El ruiseñor y la rosa, de Oscar Wilde



El ruiseñor y la rosa es un cuento de Oscar Wilde que se entremezcla con una fábula para
contarnos la historia de un enamorado. El enamorado llora amargamente en su jardín
porque la chica objeto de su amor le pide una rosa a cambio de bailar con él. Sin embargo,
en su jardín ni una sola rosa roja hay; por eso el estudiante llora incesantemente. Los
animales y las plantas de su jardín lo escuchan y se mofan porque no son capaces de
comprender las terribles desdichas y placeres de estar enamorados. Ellos solo se limitan a
usar el llanto del joven como un tema de conversación, aunque al final la historia les da la
razón. En el jardín, hay también un ruiseñor que presta especial atención a este malestar y
se siente en el deber de ayudar al muchacho, porque el ruiseñor a diferencia de los demás
personajes, ha empatizado con los sentimientos de aquel ser miserable al que lágrimas
inundan y deforman la belleza de su rostro. El amor puede hacernos bellos, y al mismo
tiempo convertirnos en momias vivientes. Solo el ave sabe entre todos la naturaleza del
sentimiento, y solo el ave conoce las glorias sublimes de la pasión desmedida. Decidido a
rescatar al joven de su pena, el ruiseñor vuela a través de varios rosales buscando el amor;
el amor está representado en el cuento como una rosa escarlata. El rojo a menudo es
considerado como el color del deseo y de la pasión; las rosas rojas son las favoritas de los
amantes para regalar en festividades como San Valentín, o el día del amor y la amistad;
todo va dependiendo del país. El ruiseñor pasa días buscando la rosa, y no la ha podido
encontrar por más que vuela y vuela. Ha encontrado rosas blancas, ha encontrado rosas
amarillas, pero ninguna, por más bella que fuere puede servir a las exigencias de la amada
del joven estudiante, que no admite más que una sola especie merecedora de su amor. El
amor no se puede comprar con ningún bien material por más preciado que este sea. El amor
no se obtiene sino a cambio de darlo, para poder recibirlo. Pero el estudiante no comprende
del todo, y el ruiseñor que tampoco comprende, encuentra finalmente un rosal al que
implora. El rosal le responde que sus rosas tardarán un año más en florecer, pero le dará
una a cambio de perder la vida y cantar estribillos para él; la oferta del rosal es aceptada
con gusto. Entonces se pone en marcha y empieza a cantar, a la par que el rosal va
atravesando su pecho, tiñéndose sus tallos con la espesa sangre del pájaro. Una bella rosa
nace, pero aún es demasiado pronto para arrancarla, aún es una rosa blanca. Continuando
con el agonizante ritual, las espinas del tallo atraviesan el corazón del ruiseñor, y la rosa se
tiñe de la sangre de su creador. La muerte del ruiseñor resulta banal, pues la amada
desprecia la rosa de sangre, pide en cambio joyas y bienes materiales. El joven se harta de
lo que es el amor. Así como vino, el amor también se va. El enamoramiento no es nada más
que una pasión efímera, más nada tiene que ver con el amor real. La historia nos enseña que
no debemos desperdiciar nuestra vida o sacrificarla en favor de algo que no vale tanto como
esta. El amor puede valer tanto como la vida; pero la pasión, que es el producto del encanto
superficial que puede generarnos una persona, la pasión, no vale tanto porque se acaba en
cuestión de días o meses. Esto es lo que el cuento nos quiere decir al final. La destrucción
del ruiseñor ha sido insignificante e intrascendente en comparación con el desapego y
frialdad que el joven siente al comprobar lo superficial de la doncella que le enamoró.

Reseña por Sara Sofía Tovar Haeckermann

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